Nuestra
biografía está registrada en nuestro organismo. Todo lo que vivimos, lo que
sentimos y experimentamos, sucede en nuestro cuerpo y queda registrado en él, traduciéndose
a nuestro tono muscular, a nuestra postura y a nuestra respiración.
Podríamos decir que el cuerpo es nuestra “caja negra”. En él está
arraigada la información emocional e inconsciente que hemos ido acumulando y
sedimentando durante nuestra experiencia de vida.
Son de especial relevancia los primeros años de infancia. Durante este
período inicial va terminando de madurar nuestro sistema nervioso y sensitivo,
pasando por distintas etapas. Desde el principio, nuestro organismo va
evolucionando como un todo, donde nuestras estructuras físicas y nuestras
estructuras psíquicas se van a ir desarrollando a la par, retroalimentándose y
reajustándose constantemente.
Esas estructuras van a ir conformando, a partir de nuestras vivencias más
tempranas, un sistema organizado en función de elaborar e integrar esas
experiencias, y de dotarnos de erramientas para enfrentarnos y ubicarnos de un
modo determinado ante cada una de ellas. Así, ese sistema de enfrentamiento al
mundo, junto con las propias experiencias,
va a ir determinando como vivimos, como percibimos, como sentimos, como
pensamos y como actuamos.
Hay acciones.., -no son solo valores-, que directamente vienen reforzadas
o castigadas, apoyadas o reprimidas. Pero además, en el núcleo de nuestro carácter
hay vivencias muy concretas que provocaron la primera herida, el primer
quiebro. Es en torno a estas experiencias como epicentro donde posteriormente,
con ese sistema de contingencias, de refuerzos y de castigos, se irán
conformando las capas de nuestro funcionamiento caracterial. Estas experiencias
nucleares, las primeras vivencias de desamor, pueden tener diferentes grados de
intensidad y de impacto según la persona.
Nos
anestesiamos contra el dolor, pero el precio que pagamos es la falta de contacto.
La anestesia no es selectiva, cuando nos anestesian en el dentista es para
protegernos del dolor, pero mientras la anestesia hace efecto no sólo no
sentimos dolor… no sentimos nada. Lo mismo sucede con nuestra coraza.
El concepto de coraza caracterial viene a suponer que todo eso que queda
registrado en el organismo implica una serie de bloqueos en diferentes grupos
musculares, provocando así un funcionamiento organísmico acorazado y
segmentado. Decimos organísmico porque no se trata sólo de una coraza muscular,
sino que ésta es el sustrato físico donde se apoya y está arraigada a su vez la
parte psico-emocional de la coraza. La coraza no está solo en el cuerpo, abarca
todo nuestro funcionamiento como individuos y como organismos.
Cuando
trabajamos sobre la parte corporal de esa coraza estamos trabajando sobre el
sistema completo. Flexibilizando los
distintos grupos musculares de los distintos segmentos de nuestro cuerpo,
propiciamos que se aflojen nuestros bloqueos, que las distintas partes de nuestro
cuerpo vuelvan a conectarse, a funcionar como una unidad, que los segmentos
recobren su doble función genuina de
sensar y de expresar. En definitiva, que
empecemos a recordar y experimentar quienes somos y qué queremos en realidad.
Además nuestro flujo energético quedará más libre dejando a nuestra disposición
esa energía y la fuerza necesarias para salir a buscar la satisfacción de
nuestros deseos y necesidades. Ese es el cometido del trabajo bioenergético.
No es extraño que podamos acceder a
estados emocionales en los que no sabemos el porqué, no sabemos el contenido
pero sí sabemos el cómo, podemos percibir el tono emocional con el que estamos
conectando. No importa, y no tenemos que pelearnos en buscar los porqués porque
eso nos va a despistar y nos va a meter en un plano racional, y aquí racional
va a ser muy correlativo a defensivo.
Suele
trabajarse en grupo puesto que se facilita el trabajo corporal pero también
porque el contacto con el otro es de vital importancia. En él reconoceremos
nuestras maneras de vincularnos y de relacionarnos y podremos trabajar sobre
ellas. Además el otro siempre es el mejor espejo para reconocer partes que nos
cuesta ver en nosotros mismos, y sobretodo, el otro siempre es alguien de quien
aprender algo. Nos reconocemos en contacto con el otro.
Las sesiones
de Bioenergética son como un viaje hacia adentro, de manera que se necesita el
tiempo suficiente para silenciar nuestro ruido, entrar, contactar e integrar la
experiencia.
Jordi Pla
Altea, 15 de
Septiembre de 2017